En
estos tiempos de confinamiento obligados por el coronavirus a algunas
televisiones les da por rememorar viejos éxitos del deporte nacional
o logros históricos de los equipos españoles. A un servidor le dio
anoche por tirar de disco duro y echarle un vistazo a la obra cumbre
del Barça de Guardiola:
el Madrid
2 –
FC Barcelona
6. FÚTBOL con mayúsculas. Una oda al deporte rey. Ni se ha visto y,
posiblemente, ni se verá algo similar a lo acaecido aquel 2 de mayo de 2009
en el Bernabéu. Aquel clásico dio la vuelta al mundo, al tiempo que
escoció sobremanera al madridismo, ridiculizó a los jugadores
merengues por aquel entonces dirigidos por Juande
Ramos,
y acabó con aplausos para el conjunto azulgrana.
Nada
hacía presagiar la escandalosa goleada que lograron los culés,
menos aún cuando Higuaín
adelantó
a los locales con gol de cabeza al cuarto de hora de juego.
Corría
la jornada 34 y los catalanes aventajaban en cuatro puntos a los
madrileños. Con el gol del “Pipa” se quedaban, provisionalmente,
a un punto. Todo en un puño. Pero todo fue un espejismo. El
Barça, con un juego sublime, desbarató cualquier opción del eterno rival.
Henry
logró la igualada en el 19, y en el 20, Puyol,
de espectacular testarazo, volteaba el electrónico. Golazo mítico,
con imagen para la historia, con el gran capitán besando el
brazalete. Messi,
que jugó de falso nueve, emergió con toda su grandeza para anotar
el tercero antes del descanso, dejando encarrilada la victoria.
Tras
la reanudación el Madrid salió a morder, aún sin ofrecer un fútbol
a la altura de las circunstancias, logró acortar distancias. Sergio
Ramos,
en el 56, ponía el 2-3 en el marcador. El estadio de La Castellana
entró en ebullición, todo era posible, pero lo que llegó fue un
nuevo show
barcelonista.
El juego combinativo del tridente Xavi-Iniesta-Messi
desarboló a los madridistas con asociaciones vertiginosas, paredes y
toques exquisitos. El megacrack
argentino
dio una masterclass,
susceptible
de enseñarse en toda escuela futbolística que se precie. Ni los
centrales, ni los dos
pivotes
defensivos
podían con su ritmo endiablado. Henry, el propio Leo, y Piqué,
con su gol legendario, chorreando a la zaga blanca y estirando al
viento su camiseta blaugrana dejaron sentenciado al Madrid, el
partido y la Liga. Fue
el preludio del triplete y del sextete, inclusive muchos consideraron
aquel superlativo 2-6 como el séptimo título de aquel mágico 2009.
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