Hernández
al cuadrado dejó errores al cubo, y mucho, mucho que desear como
árbitro para un clásico. No estuvo a la altura y desató la ira de
unos y de otros. Más los del FC Barcelona, que vieron como no
expulsaba a Bale por clavar los tacos en el gemelo a Umtiti, y al
momento siguiente sacaba roja directa a Sergi Roberto por un supuesto
golpe que solo vio él, porque los demás aún estamos esperando
verlo, simplemente se vislumbra una carantoña por parte del lateral
y una mediocre actuación teatral de Marcelo.
Esta
expulsión en el 45 condicionó el duelo, pues los azulgranas
tuvieron que nadar y guardar la ropa durante todo el segundo tiempo.
Hasta entonces un gol de Suárez y otro de Cristiano habían puesto
las tablas a este último clásico para Andrés Iniesta, que no tuvo
uno de sus mejores tardes.
“Clásico
descafeinado”. Eso decían algunos pseudoperiodistas de la caverna
mediática centralista. Normal estando a 15 puntos del líder, de un
FC Barcelona ya campeón, era obvio que tocaba desprestigiar el
partido. Es más ni se habló de él hasta el mismo domingo. Bueno
sí, para tratar de justificar que los merengues no iban a hacer el
merecido pasillo al campeón. ¡Allá ellos con sus neuras y sus
complejos!
Uno
no lo vio descafeinado, fue un duelo vibrante y pleno de emoción, una lucha de poder a poder, sin reservas, sobre todo tras la reanudación en la cual el Barça, con uno menos, se envalentonó
e hizo sufrir a un Madrid. Messi desarboló a la zaga
blanca para adelantar a los suyos, y posteriormente Bale igualaba la
contienda con un zurdazo perfectamente colocado. Era el definitivo 2-2, que mantenía a los de Valverde invictos en esta liga.
Y
además este partidazo nos dejó un matiz sutil que seguramente vimos
la mayoría de aficionados al fútbol, que fue la diferencia entre el
mejor jugador el mundo y el segundo (o tercero), mientras que el
primero, Messi marcaba un tanto magistral, mareando a dos defensas y
colocándola con calidad sublime una rosca ajustada al palo y lejos
del alcance del portero, el otro, el segundo mejor jugador (o
tercero) anotaba su tanto empujando un balón en la línea de gol. Un
matiz que habla bien a las claras del más grande de la historia y de
otro que es un empujabalones.
Los cobardes merengues no hicieron el pasillo. No tuvieron lo que hay que tener... Cuando ganaron la Copa con Mourinho era la bomba, la pasearon una semana entera por Madrid. La Liga del Parking apoteósica, plagada de robos arbitrales. Ahora resulta que el doblete con récord histórico de partidos sin derrota del Barça es poca cosa. A robar a Kiek, ¡¡¡hipócritas!!!
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