Por
tercera vez en quince días el FC
Barcelona ha vuelto a derrotar al Atlético
de Madrid, en esta ocasión por 3-2 en la vuelta de cuartos de Copa del Rey disputada
en el Calderón. Un partido en el que los colchoneros se las prometían muy
felices con el gol de Torres en el
minuto uno, pero en el que acabaron desquiciados y dando patadas barriobajeras a diestro y siniestro. Demostrando, el Atleti y su entrenador, una cobardía propia de alguien que no saber
perder.
Y
hablamos de Simeone, sí, porque él
es que ha destrozado el césped estos días entrenando para dejarlo
impracticable, él es que ha ordenado dar patadas y juego sucio, y el que echó a
su equipo tan arriba cuando el Barça tiene a un Neymar desencadenado, siendo con Messi el futbolista más en forma del planeta.
Los
de Luis Enrique no cayeron en
provocaciones, ni en desánimos por el gol tempranero tanto local, enseguida
respondieron con un jugadón de Messi que combinó con Luis Suárez para que este asistiese a Neymar e igualase la
contienda. El árbitro Gil Manzano
comenzó su recital pitando penalti en una falta inexistente de Mascherano sobre Juanfran que para colmo era fuera del área. Raúl García aprovechó el regalo para poner el 2-1.
En
un córner lanzado por los culés llegó la segunda igualada, tras peinar Busquets y marcar Miranda en propia meta. Luego llegó otro polémico lance, Jordi Alba sacó la mano para desviar un
disparo de Griezmann, el árbitro
miró para otro lado, pensando, probablemente, que en la compensación del
penalti que había pitado erróneamente. En la misma jugada el Barça salió a la
contra, otra vez Messi sacó su guante para pasar a Alba y este dio el pase de
la muerte a Neymar, para que este sentenciase la eliminatoria.
En
la reanudación prosiguió la violencia de los madrileños, pero en grado mayúsculo,
pues ya fue expulsado Gabi en el
túnel de vestuarios por increpar al colegiado, y el resto se dedicaron a buscar
los tobillos de los jugadores azulgranas, Juanfran y Mario Suárez se cebaron con Neymar y Messi y el mediocampista rojiblanco acabó
también en su sitio, en la calle, donde ahora mismo está merecidamente el
Atlético.