Con este Barça sublime, el de las manitas, el de los récords, el del fútbol arte, era muy difícil seguir aguantando el ritmo frenético que impone. Con todo, no se puede hablar de liga sentenciada, ni tan siquiera plantearse la manida cuestión de si queda liga. Restan muchas jornadas por delante, casi toda la segunda vuelta, 51 puntos por delante, y si bien el juego de los de Guardiola dista años luz del que practica el Madrid, tanto en sofisticación como en contundencia, no procede lanzar las campanas al vuelo.
El deseado “efecto Mourinho” se está volviendo contra los madridistas en general, y contra Florentino en particular. Toda la soberbia, prepotencia y malas maneras que despliegue el luso allá por donde va, se revuelven contra los blancos en todos los campos de España, cual escupitajo contra el viento, recogiendo las tempestades que viene sembrando “el clan portugués”. Los supuestos valores del madridismo con los que se le llena la boca al señor Pérez, degeneran a pasos agigantados, en una diferencia inversamente proporcional a la que va abriendo el Barça, en respeto, en categoría, en ovaciones de los rivales, en elogios de propios y extraños, y como no, en puntos en la clasificación.